Guillermo De Rosa enaltece a la mujer, como símbolo inmemorial del océano, de la tierra y de la consciencia. Su paleta despojada, donde predominan los tonos beige-arena, dorados y cobrizos, nos presenta lo femenino sin tiempo, cuya anatomía es el pretexto para que el pintor pueda hilvanar sus historias. Es ella, la sirena, la efigie, la Vida que contraste con lo fósil y se renueva en cada generación. Sin reconocer ninguna identidad en particular, encumbra una imagen donde la plenitud femenina de las formas alude a la mujer universal. La no presencia de rostros definidos permite un dialogo intimo entre la realidad del cuerpo y la imaginación de su cercanía.

“Figuras fuertes en circunstancias especiales de vida. Sus obras documentan situaciones. Podemos ver el arte puro con líneas perfectas y palpables. Él sabe lo que es la pintura y lo hace con belleza, suavidad y armonía. La luz emerge intensa pero no hace daño. Él sabe cómo mirar y lo hace a través de un magnífico y puro realismo documental. La belleza está dentro de él y sabe cómo transferirla en sus obras."

"Sus obras son pura poesía, romanticismo lleno de surrealismo. Es uno de los géneros más difíciles, y esto se puede notar en la medianoche de "La Soledad". En otros trabajos (como "La Incertidumbre" y "A la deriva") la paleta de colores ilumina, haciendo hincapié en el surrealismo, hasta que llegue a un gran nivel de la fantasía".